El calendario (del latín calenda) es una cuenta sistematizada del tiempo para la organización de las actividades humanas. Antiguamente estaba basado en los ciclos lunares. En la actualidad, los diversos calendarios tienen base en el ciclo que describe la Tierra alrededor del Sol y se denominan calendarios solares. El calendario sideral se basa en el movimiento de otros astros diferentes al Sol.
Historia
El primer año de la era romana, denominado el Año de Rómulo, consistía en diez o doce meses, según la bibliografía que se cite. Censorino, Plutarco y otros manifestaban que al principio el año tenía doce meses, pero debe darse más crédito a Gracano, Fulvio (Nobilior), Varro, Ovidio en varios pasajes de sus Fasti (i.27, 43, iii.99, 119, 151), Gelio (Noct. Att. iii.16), Macrobio (Saturn. i.12), Solino (Polyh. i), Servio (ad Georg. i.43), y otros, que mantenían que el primer año romano tenía solo diez meses.
El principio del año romano no era enero, como es en la actualidad; era en marzo, y llegaba hasta diciembre. Esto es confirmado por el hecho del encendido del fuego sagrado en el templo de Vesta, en el primer día del año, el primero de marzo. Los diez meses del calendario eran llamados Martius, Aprilis, Maius, Iunius, Quinctilis, Sextilis, September, October, Nouember, December. La duración de los meses era de treinta y un días para cuatro de ellos (Martius, Maius, Quinctilis y October) y treinta días para los demás, de tal manera que la duración de los meses quedaba en orden sucesivo: 31, 30; 31, 30; 31, 30, 30; 31, 30, 30; con la duración total del año de 304 días.
Más tarde, se instauró el año de Numa, con doce meses y 355 días. Este año fue creado alrededor del 700 a. C. por el segundo rey de Roma, Numa Pompilio. Censorino (c20) cuenta que al año de Rómulo se le adhirieron cincuenta y un días: “se les quitó un día a cada uno de los meses huecos antes nombrados, que entonces sumados hacían 57 días, de los cuales se formaron dos meses, Ianuarius con 29, y Februarius con 28 días. Así todos los meses eran de este modo plenos, y contenían un número impar de días, salvo Februarius, que era el único hueco, y por eso considerado más desafortunado que el resto.", quedando el año de la siguiente manera: Martius, 31 días; Aprilis, 29 días; Maius, 31 días; Iunius, 29 días; Quinctilis, 31 días; Sextilis, 29 días; September, 29 días; October, 31 días; Nouember, 29 días; December, 29 días; Ianuarius, 29 días; y Februarius, 28 días.
Aún de esta manera el año quedaba corto once días respecto al año solar, por lo que Numa Pompilio ordenó que se le añadiera un mes cada dos años de 22 días en el segundo y sexto años, y de 23 días en el cuatro y octavo, haciendo un ciclo de ocho años. El mes intercalar era llamado Mercedonius (Plutarco, Numa, 19; Caes. 59). El año romano estaba basado en los ciclos lunares y, según Livio, la relación con los años solares se daba cada 19 años. Este ciclo fue introducido en el 432 a. C. y, aunque este conocimiento carecía de uso popular, era utilizado por los pontífices para los cultos de los dioses.
En 45 a. C. Julio César encargó al astrónomo alejandrino Sosígenes la elaboración de su calendario. Este fijó la duración del año en 365 días y seis horas, cálculo asombrosamente exacto dados los rudimentarios instrumentos de la época, ya que su margen de error fue sólo de 11 minutos y 9 segundos al año, es decir, menos de un segundo por día, pero con el fin de evitar complicaciones, se tomó de 365 días de duración, añadiendo diez días al año de 355 días. Censorino escribió el siguiente texto al respecto: “La confusión fue al final llevada tan lejos que C. César, el Pontifex Maximus, en su tercer consulado, con Lépido como colega, insertó entre noviembre y diciembre dos meses intercalares de 67 días, habiendo ya recibido el mes de febrero una intercalación de 23 días, e hizo así que el año completo consistiera en 445 días. Al mismo tiempo proveyó contra una repetición de errores similares al renunciar al mes intercalar, y al adaptar el año al curso solar. Para ello, a los 355 días del año previamente existente, añadió diez días, que distribuyó entre los siete meses que tenían 29 días, de tal forma que Enero, Sextilis y Diciembre recibieron dos cada uno, y los otros sólo uno; y estos días adicionales los colocó al final de cada mes, sin duda con el deseo de no mover los diversos festivales de aquellas posiciones en cada uno de los meses que durante tanto tiempo habían ocupado. Así, en el presente calendario, aunque hay siete meses de 31 días, los cuatro meses que originalmente poseían ese número aún son distinguibles al tener sus nonas en el quinto día del mes. Por último, en consideración por el cuarto de día que él consideraba que completaba el año, estableció la regla de que, al final de cada cuatro años, un único día debía ser intercalado donde el mes había sido anteriormente insertado, esto es, inmediatamente después de los Terminalia; ese día es ahora llamado el Bisextum.". Bissextum viene de bis-sexto. El 24 de febrero era llamado por los romanos "ante diem sextum Kalendas Martias"; en los años bisiestos, el día 25 era llamado "ante diem bis sextum Kalendas Martias" y no "ante diem quintum Kalendas Martias" como en los años normales. De ahí viene el nombre de Bisiesto ("bis sextum", esto es, dos veces sexto).
Julio César añadió un día a julio, mes de su nacimiento, para engrandecerse. Augusto hizo lo mismo con agosto, pues él no iba a ser menos que su antecesor. Ambos días fueron retirados de febrero, que pasó a tener 28. Ante la disminución de este mes con respecto a los otros, el día añadido de los años bisiestos se le concedió a él.
La imperfección del Calendario Juliano dio pie para que en el año 1582 el Papa Gregorio XIII encargara a Luis Lilio y al jesuita alemán Christopher Clavius la reforma que dará vida al conocido como Calendario Gregoriano
Esta reforma tuvo dos aspectos principales. Por una parte, dado que el equinoccio de primavera se había adelantado 10 días, se suprimieron estos para ajustar el ciclo de las estaciones. Este ajuste se llevó a cabo el jueves 4 de octubre de 1582, por lo que el día siguiente se consideró viernes 15 de octubre. Además para conseguir que este resultado pudiera mantenerse en el futuro, se acordó que los años bisiestos cuyas dos últimas cifras fueran ceros no fueran bisiestos, excepto si sus dos primeras son divisibles por cuatro. Así pues de los años 1600, 1700, 1800, 1900 y 2000, que en el calendario juliano son bisiestos, en el gregoriano lo son sólo el 1600 y el 2000, de modo que cada cuatro siglos quedan suprimidos tres días.
Este calendario fue poco a poco asumido por todos los países y es el mayoritariamente utilizado hoy en todo el mundo.
Actualmente el desfase que se produce es de aproximadamente 3 días cada 10.000 años, ya que el año gregoriano resulta más largo que el trópico de cáncer.
En la actualidad coexisten unos cuarenta calendarios, que no tienen nada que ver unos con otros. Medir el tiempo ha sido siempre una de nuestras pasiones y nuestros errores nos han hecho festejar la llegada de la primavera en pleno invierno.
Calendario en mesopotamia:
Los primeros calendarios de la humanidad datan de las civilizaciones que habitaron el valle de los ríos Tigris y Éufrates, en Mesopotamia. Estos calendarios se crearon a partir de la observación de las fases de la Luna. Sacerdotes babilonios y sumerios confeccionaron un calendario basado en ciclos de 29.5 días, que había entre cada luna nueva. Este período lunar dividía el año en doce lunaciones o meses y sumaba un total de 354 días.
Estos primeros calendarios, sin embargo, no coincidían con el viaje de la Tierra alrededor del Sol, que le toma 365.256 días. Ni tampoco coincidían con el intervalo entre luna nueva y luna nueva, que es de 29 días, 12 horas, 44 minutos y 2.87 segundos por lo que las sutiles imprecisiones provocaban que, con el paso de los años, el año solar con sus estaciones se desfasara del ciclo lunar. Para remediar este desfase entre las estaciones y los ritos agrícolas, los sacerdotes añadían días o meses que permitieran corregir la desigualdad de los ciclos astronómicos. Más tarde se estableció un sistema según el cual se agregaban siete meses, distribuídos en un período de 19 años para lograr que concordaran los meses y los años.
El sistema babilónico sirvió de modelo a hebreos y musulmanes, aunque cada quien hizo sus cambios. Los judíos introdujeron la semana de siete días, más o menos un cuarto de lunación; los musulmanes descartaron las correcciones y siguen usando un calendario puramente lunar
Calendario egipcio:
Los egipcios de la Edad Antigua aprendieron a determinar las estaciones del año a partir de los cambios que mostraba el río Nilo con el paso del tiempo. Para los habitantes de esta civilización, las estaciones eran tres: "inundación" o época de la crecida, que duraba aproximadamente de junio a septiembre; "aparición de los campos al retirarse el agua", cuando el suelo estaba húmedo, a partir de octubre y hasta el mes de febrero; y "sequía", de febrero a junio, cuando volvía a repetirse el ciclo.
De estas observaciones nació una de las aportaciones fundamentales de la civilización egipcia, el calendario solar de 365 días. Este calendario, que era bastante certero, se usó desde el tercer milenio a. de N.E. y tuvo una finalidad práctica: el control de los ciclos agrícolas. Además, partiendo de la observación de la Luna, los egipcios dividieron su año en 12 meses, con 30 días cada uno.
El año nuevo egipcio se celebraba cuando Sirio, la estrella más brillante del cielo, aparecía en el horizonte por el oriente, un momento antes de la aurora. Sirio indicaba que la Primavera había terminado y que muy pronto se produciría la anhelada inundación de tierras por la crecida de las aguas del Nilo. Posteriormente, a fin de ajustar el año lunar con la aparición de Sirio en el horizonte, los astrónomos agregaron cinco días a cada año. Asimismo propusieron, sin éxito, la adición de un día cada cuatro años para que el año concordara aún más con el ciclo solar.
Otra contribución importante derivada de las observaciones celestes que hicieron los egipcios fue la división del día y la noche en 12 partes cada una. Cada sección representaba 1/12 del tiempo transcurrido entre la salida y la puesta del Sol o entre la puesta y la salida; por lo consiguiente, la duración de la hora variaba según las estaciones.
Calendario mesoamericanos:
En el momento de la conquista española, el uso del calendario era un rasgo común de las civilizaciones del área cultural de Mesoamérica. Hay indicios de su existencia entre los nahuas, otomíes, tarascos, huastecos, los mayas y otros grupos del sur. El calendario mesoamericano era a la vez uno y múltiple, según las culturas que lo adoptaron. Éste se desarrolló en estrecha vinculación con la invención de la escritura y la práctica de erigir estelas, así como con el desarrollo de un complejo sistema matemático de base vigesimal. Todos estos logros, además de constituir conocimientos científicos, expresaban necesidades sociales, económicas y políticas de las civilizaciones prehispánicas de Mesoamérica.
Para los antiguos pobladores de esta zona, el calendario era una guía al pasado mítico y una ventana al futuro astrológico. Ordenaba los rituales asociados a los ciclos del tiempo, las actividades agrícolas o comerciales, los mercados y los reinados de los soberanos. Dictaba los nombres de los pueblos y de la gente, divinizaba sus destinos, y provocaba o curaba enfermedades.
El calendario mesoamericano más antiguo era el de 260 días ("calendario sagrado"), que marcaba el ciclo más elemental y era el que más importancia tenía para la vida cotidiana. Este calendario fue el que usaron todos los pueblos de la región y se le considera uno de los elementos culturales que definen las fronteras de Mesoamérica. Entre los mayas se llamó tzolkin, entre los nahuas tonalpohualli y piye entre los zapotecos. Además existían otros calendarios más complejos, como veremos en lo casos de las culturas maya y mexica.
El calendario maya:
A lo largo de su historia, los mayas han tenido un conocimiento sumamente sofisticado del cosmos y sus ciclos. El tiempo es importante por sus significados simbólicos, religiosos y mágicos y por ser la clave del comportamiento de los dioses y del destino de los hombres.
El tiempo, como el espacio, se define a partir del movimiento solar. La unidad temporal básica es el día y a partir de éste se establecen todas las demás unidades temporales: la trecena de 13 días, el mes de 20 días, el ciclo de la luna de 28 ó 29 días, el ciclo del tzolkin de 260 días, el tun de 360 días, el haab de 365, los ciclos de Venus y de los eclipses, el katún de 7,200 días (= 20 tunes), el baktún de 144,000 días (= 20 katunes), el piktún de 2,880,000 días, y así sucesivamente. De esta manera, el recorrido cotidiano del Sol se inserta en ciclos más amplios, algunos relacionados con él, otros con los demás astros y otros más inventados por el hombre.
A la fecha, el calendario más usado de los mayas es el tzolkin y consiste en 20 días con sus diferentes nombres que se combinan con 13 números. El total de posibles combinaciones de cada número es 260 y entonces se regresa al punto de partida. A este primer ciclo calendárico se añade el ciclo anual, o haab, de 365 días. Éstos se dividen en 18 meses de 20 días (360 días) y 5 días finales. Los meses del haab definen el calendario ritual de los diferentes pueblos mayas de acuerdo al ciclo solar y estacional. Los últimos cinco días del año, llamados uayeb, quedaban fuera de la cuenta de los meses y eran considerados nefastos, pero durante ellos se realizaba la fiesta para recibir el año nuevo. La concepción maya del transcurso del tiempo marca turnos en los cuales las diferentes deidades y los hombres toman la responsabilidad de "cargarlo". El dios que carga un periodo temporal, que puede durar un día o casi 400 años, rige el mundo durante ese lapso y su influencia se siente en todos los aspectos de la vida.
El calendario mexica:
Para los mexicas, como para el resto de los mesoamericanos, no bastaba el ciclo anual de 260 días; por ello, utilizaron otro que consistía consistía en un año solar de 365 días (xíhuitl), dividido en 18 meses de 20 días (360 días) y cinco 5 días adicionales (nemontemi).
La combinación de ambos ciclos, el de 260 días y el de 365 días, formaba unidades de 52 años. A este periodo se le llamó "Rueda del Calendario" y era el sistema típico del centro de México en el momento de la conquista. Para establecer los nombres de cada año, los mexicas usaron los nombres de cuatro días: ácatl (caña), técpatl (pedernal), calli (casa), y tochtli (conejo). Cada símbolo de día estaba asociado a un número diferente del uno al 13 (4 nombres de día x 13 numerales = 52 nombres de año). Los mexicas llamaron a un "siglo" de 52 años xiuhmolpilli o "atadura de los años".y también se le conoce como "cuenta corta". Los ciclos de 52 años se iniciaban entre los aztecas mediante un rito importante, la fiesta del Fuego Nuevo, que coincidía además con la fecha en que la constelación de Pléyades pasaba el cenit a medianoche.
En la "cuenta corta" de 52 años cabían exactamente 73 tonalpohualli (52 x 365 = 73 x 260 = 18,980 días). Al cabo de este período, las combinaciones de los ciclos de 365 y 260 días se agotaban, y comenzaba otro ciclo mayor con exactamente las mismas fechas. Dos ciclos de 52 años, es decir 104 años, se llamaban huehuetiliztli, "la vejez", y se caracterizaban además por la coincidencia con el ciclo de Venus. El año de Venus contiene 584 días, y 5 años de Venus corresponden a 8 años solares; por lo tanto, cada 65 años de Venus coincidían con 104 años solares y con 146 tonalpohualli (65 x 584= 104 x 365 = 146 x 260 = 37, 960 días).
Los mexicas utilizaban una fórmula abreviada para los fechamientos para no tener que mencionar en forma completa todos los elementos que intervenían en una fecha: el día del tonalpohualli, el ordinal del día dentro de la veintena y el año; en cambio, decían únicamente el día del tonalpohualli y el año, por ejemplo: 8 ehécatl de 1 ácatl.
Calendario juliano:
En los primeros tiempos de la antigua Roma se usaba un calendario lunar de 10 meses, cuatro con 30 días (marzo, mayo, julio y octubre) y seis con 31 días (abril, junio, agosto, septiembre, noviembre y diciembre). Pero como el período de 304 días no forma ni un año solar ni lunar, se le agregaban cada vez más días para ir al parejo de las estaciones. Para el año VIII a. de N.E., se añadieron a este año 2 meses más, mediante la adición de enero y febrero, sumando un total de 12. Hasta el día de hoy sobreviven los nombres de los cuatro últimos meses del antiguo calendario: septiembre, octubre, noviembre y diciembre, que son las designaciones numéricas latinas para los meses séptimo, octavo, noveno y décimo.
En el año 45 a. de N.E., el emperador Julio César quiso perfeccionar el viejo calendario lunar y encargó la tarea a un astrónomo de Alejandría de nombre Sosígenes. El sabio hizo una adaptación del calendario egipcio y se estableció el año de 365 días, ajustado por años bisiestos, como lo habían sugerido los astrónomos egipcios dos siglos antes. Este calendario era simplemente solar y sus meses tenían 30 ó 31 días y, como ahora, febrero era la excepción, con 29 dias normalmente y 30 en los años bisiestos.
Los nombres de los meses fueron los mismos que antes, con la excepción de dos, el Quintilis, el cual, en honor a Julio César fue llamado Iulius, y el de Sextilis, que en el año 8 a. de N. E. se denominó Augustus en honor del emperador.
El calendario juliano se usó en Occidente durante más de mil años, aunque después de la reforma de Julio César se le hicieron algunos cambios menores. Dionisio el Pequeño, abad de un convento de Roma, trasladó el año nuevo del 1 de enero al 25 de marzo. Asimismo, fijó el 25 de diciembre como fecha de la Navidad e inició la práctica de fechar los sucesos a partir del nacimiento de Cristo.
Después de la introducción de los discos solares y relojes de agua, el día y la noche fueron divididos en 12 horas cada uno; sin embargo, como la división se fundaba en la variante duración del día, cada hora del mismo era más larga y, al revés, cada hora de la noche más corta, en verano y en invierno.
Calendario gregoriano:
El calendario juliano, a pesar de los años bisiestos, no se acercó lo suficiente a los ciclos astronómicos: el año-calendario promedio tenía 12 minutos más que el ciclo solar. Este error, al parecer insignificante, se fue acumulando y en 1093, por ejemplo, la primavera cayó el 15 de marzo, en vez del 21. Así, para el siglo XVI el error acumulado había provocado una diferencia en el ciclo anual natural de diez días completos.
Para arreglar este error, el papa Gregorio XIII solicitó al astrónomo C. Clavius que proyectara un moderno calendario. En el año 1582, el pontífice promulgó una reforma al calendario juliano que obligaba a todos los países católicos a que del 4 de octubre siguiera el 15 de octubre, con lo cual se "perderían" diez días pero ganarían que el hombre volvería a estar en armonía con las estaciones. Además, esta misma reforma establecía que los años seculares no divisibles entre 400 (1700, 1800, etc.) ya no serían bisiestos. Esta mejora redujo el error anual a sólo 26 segundos, que suman un día cada 3,323 años. Finalmente, el papa repuso el 1 de enero como día de Año Nuevo.
La Europa católica adoptó inmediatamente el nuevo calendario, pero los países protestantes se rehusaron a ello. Inglaterra y sus colonias aceptaron el calendario gregoriano hasta 1752, cuando quitaron 11 días a su año. Este hecho provocó motines en Londres, donde muchos indignados se lanzaron a las calles al grito de "queremos nuestros 11 días". En Estados Unidos, en cambio, Benjamín Franklin aconsejó con resignación a sus lectores que debían "acostarse tan tranquilos el dos de este mes,i despertar hasta la mañana del 14.
Sin embargo, en Rusia, cuya iglesia cismática se separó de Roma antes del siglo XVI, conservó en uso el calendario juliano casi doscientos años más. En 1918, después de la revolución Bolchevique, el gobierno quitó 13 días al año para poner su calendario en concordancia con el de los demás países de Europa. La Iglesia Ortodoxa no aceptó la reforma de los bolcheviques y, hasta hoy, sigue el calendario juliano y celebra la Navidad el 7 de enero (según el calendario gregoriano).
martes, 24 de noviembre de 2009
Suscribirse a:
Enviar comentarios (Atom)
No hay comentarios:
Publicar un comentario